Este fin de semana ha sido una peripecia gastronómica y no precisamente porque me haya puesto a degustar de aquí y de allá, o a cocinar esto y lo otro, no. Mi San Valentín ha pasado sin pena ni gloria, sin corazoncitos revoloteando, ni ramos de flores, ni cenas a la luz de las velas.
La culpa de esta sequía sentimental la ha tenido una muela del juicio que decidí quitarme el 13 de febrero porque total, a mí, esto de San Valentín siempre me ha dado un poco igual, y el dentista me dijo que era mejor extirpar el mal cuanto antes. Así que dicho y hecho.
Me pasé una hora con la boca abierta y con los cascos a tope, intentando escuchar una charla super interesante de Josep María Villagrasa, pero aquello fue misión imposible. No sé qué clase de aparatos utilizan los dentistas pero parecía que tenía un torno dándome vueltas en la boca y que me estaban taladrando a la camilla. leer más