Coger un avión es una experiencia que siempre me ha fascinado. Para empezar, confieso que me sigue pareciendo un fenómeno casi «paranormal» que semejantes moles puedan despegarse del suelo y elevarse a miles de kilómetros de la tierra sin caerse. Aunque me expliquen una y otra vez el mecanismo físico que permite a un avión volar, a mí me sigue pareciendo algo mágico, así que yo me subo al avión con la emoción de quien va a asistir a un espectáculo inédito.
Soy así de feliciana para estas cosas, ¡qué le vamos a hacer! pero no pienso corregirme porque disfruto como una niña de cada trayecto, salvo que dure más horas de las que el cuerpo puede soportar felizmente sentado.
Como ocurre con casi todas las cosas, lo de volar también tiene uno o más lados negativos. Uno de ellos es el momento del papeo. Si tienes la mala suerte de tener que ir a un aeropuerto con el estómago vacío, lo normal es que te subas al avión deseando llegar a tu destino para comer algo decente y no muy guarreras sin que te saquen los ojos.
Los que llevamos una alimentación que se sale de lo común y corriente solemos encontrar más obstáculos para satisfacer nuestro apetito, que por otra parte es igual de canino que el de todo el mundo, pero hoy he comprobado con satisfacción que las cosas están cambiando y que cada vez es más sencillo viajar sin echar por tierra todos mis principios dietéticos.
La sorpresa me la he llevado en el aeropuerto de Orly (París), donde me he topado con restaurantes de comida rápida que me han dejado con la boca abierta, Boco y Exki.
Las estanterías estaban llenas de apetitosos sandwiches de pan integral con verduras, hummus, setas shitake o nabo daikon… Ensaladas a base de arroz negro, de quinoa y cuscús, así como platos calientes de pasta o quichés de verduras…
Una lujuria verde que ha hecho saltar por los aires mi idea sobre la comida de los aeropuertos, de algunos claro, porque en el de Bilbao, que es el que más cerca me pilla, …el color verde sigue en los montes que lo rodean pero no parece llegar a los locales de hostelería del aeropuerto.
Espero que algún día no muy lejano el cilantro, la rúcula y las semillas de sésamo estén presentes en los menús de los aeropuertos y podamos decir por fin adiós al falso sandwich de pacotilla conocido como vegetal y que lo único que tiene de verde es una triste hoja de lechuga acompañada por un poco de tomate chuchurrío, ahogado con un chorretón de mayonesa y coronado por un huevo cocido y una loncha de jamón york. Y es triste tener que recordarlo pero los huevos los ponen las gallinas y no crecen en las huertas, con lo cual no sé qué pintan en un plato vegetal, y del jamón york…mejor ni hablamos.
Por cierto, en algunos aeropuertos como en el de Dallas Fort Worth no sólo han entendido esto hace tiempo sino que además han habilitado salas para que durante las horas de espera los viajeros practiquen yoga. Pero igual es mucho pedir, así que me conformo con que le den pista al falso verde y hagan más sabroso y nutritivo el vuelo.
TAMBIÉN TE GUSTARÁ...